miércoles, 5 de diciembre de 2007

Conociendo a Fidel Castro (Discurso en la Facultad de Derecho 26/05/2003)

Queridos hermanos estudiantes, trabajadores y, estoy por decir, compatriotas argentinos (Aplausos).He vivido algunos años, pero nunca ni siquiera imaginé un acto tan azaroso y tan increíblemente emocionante como éste (Aplausos y exclamaciones).Quiero comunicarles que a esta misma hora millones de cubanos estarán presenciando también este espectáculo (Aplausos y exclamaciones de: “¡Cuba, Cuba, Cuba, el pueblo te saluda!”). En nombre de nuestro pueblo se los agradezco infinitamente, porque de la fuerza que dan las ideas, que da la verdad y que da una causa justa es que los pueblos se vuelven invencibles (Aplausos).
Habíamos concebido un acto, o habían concebido, según me explicaban los estudiantes y las autoridades universitarias, una actividad en esta escuela de derecho, un programa modesto. Comenzaría a las 7:00 de la noche y participarían algunos estudiantes sentados en una sala y, por si acaso venían más, tenían una pantalla para que pudieran presenciar el acto.Yo podría hacer una crítica –no a ustedes– a nuestros compañeros y decirles: “Ustedes subestimaron al pueblo argentino” (Aplausos). Comenzaron a llegar noticias de que había llenado el salón, que había el doble de los que podían allí sentarse, y que en los laterales tampoco ya cabían, y que el pasillo se había llenado y que la escalinata se venía llenando, y decían que eran 1 000, que 2 000, que 3 000. En un momento dado también las emisoras de televisión hablaban y explicaban ya lo que estaba ocurriendo aquí, y, de repente, veo algunas imágenes –tenemos cierto hábito de calcular el número de personas que hay en una concentración– y esto parecía la Plaza de la Revolución en Cuba. (Aplausos).Todas las comunicaciones y vías de acceso cortadas; menos mal los aparaticos esos que tanto fastidian y tanto ruido hacen, pero en momentos como este –me refiero a los celulares– sirven para comunicarse y conocer la situación.Nuestro embajador, que forma parte del grupo de culpables de la subestimación (Risas) –sé que ustedes lo van a defender, porque tiene un gran cariño por el pueblo argentino (Exclamaciones)– se comunicaba con su familia en la sala de la facultad donde debía realizarse el acto –había hasta unos niños allá, ellos creían que este iba a ser el más pacífico de los actos, y lo es, ¿no?–, no se imaginaba lo capaz que es la multitud de organizarse; pero no podía moverse, todo el mundo estaba aislado, comunicándose solo por los celulares. No había entrada por ninguna parte, ya se había declarado que era imposible entrar, y yo no me resignaba a la idea de incumplir mi compromiso, que por circunstancias físicas, obstrucción por multitudes, no pudiera tener el honor y el orgullo de saludarlos.Se había declarado ya que era imposible, y realmente insistí en que nada era imposible (Aplausos), que era un problema que debía resolverse, que no podía resignarme a la idea de quedarme allá esperando noticias. Toda mi vida he tenido el hábito de moverme, ir hacia donde haya cualquier dificultad, y no me podía adaptarme a la idea de tomar ese avión, a la hora en que lo tome, sin venir a esta universidad.Claro está que yo soy un visitante y, primero que todo, debo respeto a la ley, al orden; no tengo el derecho a hacer absolutamente nada que en lo más mínimo viole un reglamento o una orden de sus autoridades. Hay que decir que, realmente, las autoridades cooperaron el máximo en su deseo de encontrar una solución. De la escuela de Derecho me continuaban comunicando y nos decían: “Nadie se mueve de la sala.” Avanzaban un poquito en los laterales, llega un momento en que se rompe no sé qué cosa por algún lugar –creo que vamos a tener que asumir también, que compartir con alguien o pagar nosotros los daños que se puedan derivar de una ventana rota, alguna brecha abierta por esta tropa patriótica y revolucionaria de argentinos (Aplausos).Entonces acudimos a un cuadrito joven de nuestra delegación, el Ministro de Relaciones Exteriores, que ustedes vieron y escucharon, y le dije: “Tienes que salir para allá, entra por donde puedas, habla con los que están dentro de aquella sala y explícales la situación real, objetiva y como fuera posible que no diéramos el acto allí”, porque había un justificado temor de que si el acto se daba allí y las pantallas por allá, algunos que habían salido voluntariamente entraran otra vez, había que plantear la necesidad real de moverse hacia la escalinata y dar el acto en ese lugar.Impacientes estuvimos esperando, escuchamos a nuestro enviado por doble vía, por la televisión, ya que algunas cadenas estaban trasmitiendo sus palabras y hasta por un teléfono celular, y vimos cuando él trataba de persuadir a los que estaban dentro de la sala para que se movieran hacia acá.Una vez más se probó la capacidad de los pueblos de comprender, de cooperar, de reaccionar, porque a los pocos minutos me dice: “Ya están moviéndose hacia la escalinata.”Pero había otro obstáculo que vencer y eran las cámaras de la televisión y los micrófonos (Exclamaciones). Fíjense, no se peleen con las cámaras ahora, déjenlo para mañana, si quieren (Le dicen algo). Ya sé, ya sé, pero no, yo estuve escuchando, hubo realmente interés en informar lo que estaba ocurriendo, así que no tengo quejas; pero había que instalarla o si no solo ustedes se enteran de lo que se está diciendo aquí.Por ejemplo, nuestro pueblo, sin las cámaras, sin los medios técnicos no estaría viendo lo que en este momento estaba ocurriendo, y entonces eso era lo que tardaba una hora. ¿Ustedes saben lo que es una hora de impaciencia? Ustedes y nosotros hemos conocido esa larga, interminable, e infinita hora de impaciencia, porque había que poner esto, los micrófonos y los altoparlantes, los equipos e instalaciones de la prensa, que todo estaba ajustado al acto anterior, y la verdad es que ha sido un récord el tiempo en que pudieron hacerlo.Preguntábamos, eran las 8:40, y nos dicen: “Está todo listo, lo conveniente es que vengan rápido, porque está el frío, por otro lado, pero un frío que no pueda ser superado por el calor de ustedes (Aplausos).Bueno, a mí me han puesto esto que no lo necesito realmente, voy a renunciar a él, porque es que me da vergüenza andar poniéndome aquí algo (Se quita el abrigo).Rápido partimos hacia acá, a fin de llegar más o menos a la hora en que se había calculado; pero como milagro fue la proeza organizativa realizada por la masa (Aplausos). Jamás olvidaré lo que ustedes hicieron esta noche, permitiéndonos marcharnos felices y eternamente agradecidos.

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